Tania Nietoadiocionou a nota 8 anos atrás
Madre-Telar
De ella no se supo jamás el nombre. La Madre-Telar nació con el firmamento entre el viento del norte; ella tejió incansablemente las estrellas y las montañas, el azul de los ríos y el arcoiris sobre el cielo. Tejió cuando no había noches y cuando no había días, tejió al sol y a la luna, al mar y a la tierra; y justo en ese momento sus hilos se acabaron.
La Madre-Telar estaba triste pues no podía tejer más, sin embargo había mucho por tejer todavía, estaba tan triste que comenzó a llorar y por sus lágrimas nació el maguey abajo, en la tierra. La Madre-Telar sonrió al ver lo que había sucedido, bajó del cielo parada en el filo de la punta de una flecha y agradeció al maguey haber nacido; él estaba tan contento de servir a la Madre-Telar que se multiplicó por cientos para que a ella no le faltaran hilos y continuara su labor; con el tiempo otras plantas hicieron lo mismo, todas contribuyeron a la creación de aquél enorme tejido.
Pasadas las lunas, la Madre-Telar decidió tejer a quienes serían sus hijas y sus hijos; los tejió de distintos tamaños y colores; con algunos usó mecate de ceiba, con otros hilos de algodón. Tejió y tejió sin descanso hasta poblar la tierra entera; La Madre-Telar estaba feliz de ver su obra sin embargo no acabó, cada día tejía sonrisas de cacao, aleteos de colibríes, latidos de corazones, muertes y nacimientos. La Madre- Telar tejía y tejía sin descansar cuando llovía y cuando no, cuando el sol salia o cuando se ocultaba, ella tejía y tejía sin parar con el telar amarrado a su cintura.
Más una triste mañana la melancolía humedeció el tejido; de pronto las vidas largas de sus hijos e hijas comenzaron a destejerse, los hilos de su vida fueron arrancados de repente. Y del tejido desaparecieron las mariposas nocturnas, las serpientes y el tecolote; los hilos del maguey y de la ceiba, del ahuehuete y del hikuri fueron robados por sombras que cargaban cruces, vergüenza y espadas. La Madre-Telar quién desde el nacimiento de sus hijos vivía junto a ellos fue obligada a escapar a lo mas profundo de los montes; cada noche subía al más alto con su telar en mano y tejía hilos usando las lágrimas de su pueblo y al tejer lloraba, y su dolor era tan profundo que los cerros y las barrancas lloraban también.
La Madre-Telar tejía el sufrimiento de sus hijos; después comenzó a tejer los gritos de rebeldía, los sueños de insurrección. Uso las semillas insumisas que brotaban en la tierra para tejer el nuevo destino de su pueblo; el nuevo tejido fue teñido con la sangre de los valientes, con el maíz y el fuego de los corazones. La Madre-Telar enseñó a sus hijas el arte del tejido para que tejieran sus sueños y combates, para que tejieran la historia, el aleteo de la garza y el canto del jaguar. Les enseñó el tejido de las guerreras y las sabias. Le enseñó a sus hijos a encontrar los hilos de la autonomía, a teñirlos con el arrojo, con el eco de sus ancestros. Les enseñó el tejido de los guerreros y los fuertes.
Después de esto la Madre-Telar se fue nuevamente al cielo parada sobre la punta de la misma flecha que la trajo, sobre la obsidiana, sobre el espejo del alma. El tejido ahora dependía de su pueblo, ella les había enseñado el camino, de ellos dependería caminar. La raíz era fuerte, los hilos habían sido remojados con la jícara entre el pozol. Cada uno tejería su destino, su alegría y su dolor. Tejerían su esclavitud o su voluntad, tejerían su arrojo o su cobardía, su amor o su egoísmo.
La Madre-Telar cerró sus ojos de estrellas esperando retoñar entre las mazorcas negras, después del sexto sol, después de la novena luna; cuando sus hijos entonen el último himno de batalla….
Paola Klug